sábado, agosto 07, 2010

Prima pan con mantekilla...

Siempre quise escribir cuentos de doncellas hermosas que eran salvadas por sus caballeros en blancos corceles, doncellas que vivían en un castillo exquisito y comían flan por las tardes.

Hoy vengo a contarles un cuento. No tiene un castillo, ni un caballero. Tienesentimientos y a una hermosa mujer, existe una ciudad, una metrópoli. El mismo rumbo agitado día tras día, año tras año. Una experiencia monótona que puede sólo regalarte una ciudad sobrepoblada.

¿Su nombre? Incierto. De una profundidad pura, con la antigüedad suficiente, para sólo ser pronunciada por el viento y los viejos árboles que se mueven con él.

¿Su edad? Poco importa lo que en exterior existe, si al final puede algo insignificante gastar esa coraza.

¿Qué puedo pronunciar realmente?

Graciosa la forma en que encontré con ella: Un texto, una palabra, ¿compasión?...No. Admiración. Una muy fuerte que crece con el tiempo. Aunque no pueda yo ser tu fuerte y gentil caballero que te proteja y te rescate de tus demonios, de tus dragones y ladrones, siempre mi fuerza te cubrirá.

No puedo decir mucho. Todo lo que sé, te lo digo; Todo lo que siento, lo sabes...Así pues, sólo podría decirte, mi hermosa damisela, que nuestro encueentro no fue casualidad, fue nuestro destino, nuestra vida la que nos unió.

Tu pesar me dio una razón para esforzarme más en ese momento; Mi presencia me regaló una sonrisa tuya.

Ahora me doy por satisfecha.