viernes, mayo 06, 2011

Celesthica~

Sonrió. Saludó a su reflejo con una mueca torcida.

Irónico:

Desde que "él" llegó, todo se había retorcido en su mundo.

Frente a los nudos que ceñían su pálida tez, siempre habían colocado un cristal. Era la forma perfecta de humillación: Demostrarle lo poco que podía protegerse a sí mismo.

Era inútil. Lo sabía. Siempre forcejeaba y siempre, sin excepción, entintaba sus muñecas de carmín. Al final, el fracaso lo consumía hasta que la sangre caía por su camisa arrugada y amarillenta.

Escuchó la puerta cerrarse a lo lejos: Un saludo y el sonido de sus garras preparandose a rasgarlo a él.

Sabía que relamía sus colmillos, saboreando de antemano lo que vendría. Forcejeó de nuevo. Podía ver en su mente sus rizos dorados retozar en su cuello, moviéndose a cada paso que daba. Pero nada lo aterraba más que esa fría mirada. Sus ojos azules se clavaban en los suyos, devorando su miedo y su piel, la sangre que derramaban los ultrajes en su cuerpo. Que lo contemplara con sinuoso interés, posiblemente eso era lo que le helaba la mente.

Entró en la habitación. Comenzó a temblar al verlo. Era todos sus temores juntos, lo que siempre quiso evadir en su vida. Sentía el mismo miedo cada vez, como si fuera la primera, como si estuviera seguro de que sería la última.