jueves, abril 02, 2015

Anxiety

Siempre sentí terror al pensar en lo frágil que mi vida era y el simple hecho de irme a dormir, día a día, me generó temor a no volver a despertar. Así es: la idea de dejar de vivir es mi más grande miedo.

Hoy, como de costumbre, abrí los ojos, caminé hasta el baño. En el espejo, mi reflejo me saludó temeroso, justo como yo. Despeinada y afligida, con ojeras por despertar cada media hora por temor a que algo pase y con las uñas mordidas camino rápidamente a la cocina por algo de comer: Nada, no hice las compras. Un vaso de agua saciará mi apetito.


Sin duda alguna, todo ha cambiado, no tengo temor a morir ya: Las noticias, la gente, mis propios demonios rigen ahora mi vida. Malestares, aprensiones, esa sensación de perder el control de la vida propia, de no saber qué existe más allá de la oscuridad total, más allá de las paredes de casa, la incertidumbre de desconocer el porvenir, la sensación de ser observado. Me he dado cuenta el día de hoy, que vivir es mucho más complicado.