jueves, febrero 02, 2012

Cain

Sopla el viento: No siento frío.

Sentada frente al televisor sonrío y la avena, incluso, parece dulce. Mi mente no parece más que recordarte y, en esa imagen, mentiras y traición.

¿Mentiras? No, lo siento. Ese es ahora mi trabajo. Ellas crecen en forma de palabras, y trepan, enredándote, como hiedra: ponzoñosa y una vez que te ha herido, si no se retira, seguirá calando, destrozando tu semblante.

Si el intruso no pretende alejarse, yo me acercaré, y en este estado, lo eliminaré. Igual que las flores, es fácil de ser arrancada y pisoteada. ¿Es ese el dulce aroma de tu flor? Pregúntome si es más hermoso el débil clavel que la inquebrantable drosera; si los suaves pétalos perfumados se equiparan a la seductora escencia mortal de dulce que atrapa a su víctima.

Mala suerte: Tú eres la víctima y la miel te atraerá. De un golpe, caerás en el abismo de la soledad que antes confeccionste para tu, ahora, cazador.

Morirás. Entonces, mi ciclo estará completo.

Una cucharada de avena, dulce como el vaticinio de tus heridas. Ansió verte miserable.

Dolor agudo que atraviesa mi vientre. ¿Es acaso la estocada final de mi mentira acuchillándome? Comienza fluir: es la sangre que estoy dispuesta a derramar. Para terminar, una sonrisa.

Sopla el viento: No siento frío. Las negras alas de mentiras conjuntas me abrazan, esas que algún día lanzrán sus plumas y te vencerán.