miércoles, abril 28, 2010

Orgullo

Orgullo... No he encontrado una respuesta concreta a lo que orgullo es. Durante estos años, he carecido de orgullo alguno, y creí que nada importaría si podía conseguir a alguien como tú, pero mentí. No puedo ir en mi contra.
Puedo verte. Necesito verte, pero no me atrevo. Alcanzo a ver tu silueta pasando a un lado mio, ignorando la emanación de mi ser, que intenta enfatizar todo lo que en mi existe, y que al final, nadie logra ver. Quizás es una gratificación nítida a todo lo que la vida, de forma dolorosa, ha consignado a mi piel y a mi mente. Pero no estoy más que aquí, degustandome de tu exquisito aroma que me elude. No se si se trata de un capricho de mis sentidos que te persiguen, o si se trata de una mofa que tu superioridad te obliga a realizar, pero lo sé. Ese embriagante perfume está cada vez más cerca.
La ansiedad carcome mi coraza de fortaleza y me hace levantar el rostro. Ahí está el tuyo. Al final, fue una burla de tu altanería. Gózalo. Anda, búrlate de mi, disfruta cada lágrima que arrancarás de mis pupilas temblorosas. Y cada vez que mires mis labios ser lacerados para no escupir un 'te quiero', piensa en que son para ti, y que siempre estarán ahí, esperándote.
Te inclinas para besar mi mejilla, pero la presión desprende una sensación dolorosamente cálida que tú bebes en un contacto sutil. Mi cuerpo siente frío. Todo mi cuerpo excepto mi mejilla, donde has rozado con tu boca. Mis músculos comienzan a perder fuerza. Tal pareciera que los absorbes por los poros, en cada inhalación. Aproximas el resto de tu cuerpo, para envolverme en falacias y mentiras piadosas, pero no puedo. No opongo resistencia. Oprimes mis sueños, fuerzas y dignidad en un abrazo que nunca se completará y sólo dejará en mi, heridas abiertas y la más grande entrada al dolor.
Sin embargo, cada vez que me preguntan el porqué permanezco a tu lado, respondo siempre de la misma forma: Te amo.

Te amo.

Lo note desde que, en lejanía, tu sombra se fusionó con la mía en una broma que el alba me jugó con su luz. Sonreí al verte tan cerca. Podía sentirte y no temía nada.

¿Cómo podría? Nunca, en los instantes que he vivido, he rogado al cielo porque te concedas mio, pero le he implorado a la vida que me permita refugiarte de los golpes de tus fieles incondicionales, y hasta ahora, creí que podía protegerte en un abrazo y lo estaba logrando, mientras a lo largo del día, tú te acercabas más a mi en un juego de siluetas.

Que te hirieran. Ese era mi más grande temor.

Mi mundo terminó en el momento en que me uní a esos entes de los que te protegí durante tanto tiempo. Era una aliada que traicionaba sus anhelos sin saberlo, y tarde fue cuando lo averigüe, pues ya te habían llevado lejos de mi. Entonces fue cuando la noche, traicionando mi confianza, te alejó y nuestras sombras nunca se acercaron de nuevo.

Quedé ahí, inmóvil, sin respuestas, creando una muralla invisible a tus ojos y disfrazada de indiferencia. Todo lo que creí verdad, se esfumó en un instante y sin dar explicaciones. De nuevo, te acercas para besar mi mejilla. Esta vez, las lágrimas ya estaban ahí cuando profanaste mi barrera. Quisiera poder tenerte en mis brazos y crear un muro que detenga cualquier ataque, pero sé que no pasará. Sé que no podré, y de nuevo, no podré ver a mi alrededor, porque no existirá nada sin ti a mi lado.

Aún así, te seguiré mientras la luna permita con su luz convertirme en tu sombra, y protegerte de lo que mi desfallecido ser pueda, porque sencillamente, te amo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario